Megan TorresLanda | EME OCHO | Miércoles 17 de abril, 2024.

En el teatro de la política, las promesas de campaña son como las estrellas de cine: brillan en el cartel, pero nadie espera que hagan las tareas domésticas.

Y es que, cuando se trata de financiar esas promesas tan rimbombantes, parece que los candidatos se transforman en magos intentando sacar conejos de un sombrero… que resulta estar vacío.

Ah, pero qué espectáculo tan entretenido nos ofrecen, con sus varitas de retórica y capas de carisma, prometiendo soluciones mágicas a problemas crónicos sin revelar el truco más importante: ¿cómo pagarán la cuenta?

Es como invitar a todo el país a cenar y luego olvidar la cartera.

Según un análisis, la realidad fiscal del país está más tensa que la cuerda de un equilibrista, y la deuda sube como la espuma en una fiesta de champán.

Así que, mientras los candidatos juegan al «quién da más», el público se pregunta si al final del show les tocará lavar los platos.

En el vibrante escenario político de México, Ruth González Silva, la candidata al Senado por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), ha estado haciendo olas, no solo en las aguas de la política, sino también en las finanzas de la campaña.

Con un gasto reportado de 3 millones 803 mil 391.9 pesos en 46 días, parece que Ruth está jugando en las grandes ligas de las campañas electorales.

Ahora, uno podría preguntarse, ¿qué se puede hacer con esa cantidad de dinero en una campaña?

Bueno, para empezar, podrías organizar un concierto privado de mariachis para cada votante, o tal vez cubrir las calles de San Luis Potosí con carteles tan grandes que podrían verse desde el espacio.

Pero, bromas aparte, el gasto de campaña es un asunto serio y refleja la intensidad y el alcance de los esfuerzos de un candidato para conectarse con los votantes.

Ruth no es ajena a la generosidad de los recursos de campaña, según los informes, ha recibido una cantidad considerable para sus esfuerzos electorales. Y con promesas de gestionar recursos para duplicar los apoyos a madres solteras y adultos mayores, así como becas para la educación primaria, está claro que tiene planes ambiciosos para el uso de esos fondos.

No es de extrañar que su campaña haya sido un punto de encuentro para aquellos que buscan fortalecer los logros obtenidos y asegurar un futuro próspero para San Luis Potosí.

Mientras tanto, en el mundo de las finanzas de campaña, parece que Ruth está liderando el pelotón, dejando atrás a otros candidatos que podrían estar rascándose la cabeza y revisando sus calculadoras para ver cómo pueden mantener el ritmo.

Es una carrera hacia el Senado que podría tener más giros y vueltas que una telenovela de horario estelar, con cada candidato tratando de ganar el corazón (y el voto) de los ciudadanos.

En resumen, la campaña de Ruth González Silva es un recordatorio fascinante de que la política puede ser tan dinámica y llena de sorpresas como cualquier otro espectáculo. Con su enfoque en la inversión social y la educación, está apostando a que el camino hacia el Senado está pavimentado con buenas intenciones y, por supuesto, una estrategia de gastos bien financiada.

Solo el tiempo dirá si su enfoque de ‘gastar para ganar’ resonará con los votantes de San Luis Potosí. Pero una cosa es segura: ¡la carrera al Senado está más caliente que un jalapeño en pleno agosto!

En el mundo de las campañas políticas, donde los números bailan y los presupuestos se deslizan más rápido que un congresista en una pista de hielo, Rita Ozalia Rodríguez Velázquez y Verónica Rodríguez Hernández han estado jugando en las grandes ligas.

Rita, con su impresionante gasto de 2 millones 582 mil 254.4 pesos, podría haber comprado un pequeño archipiélago de islas inflables para relajarse después de la temporada de campañas, mientras que Verónica, no muy lejos detrás, con 2 millones 220 mil 478.2 pesos, podría haber optado por una flotilla de drones para repartir su propaganda electoral.

Estas cifras, que harían que cualquier contable se atragantara con su café matutino, son solo la punta del iceberg en el océano de gastos de campaña.

Pero, ¿qué se puede hacer con tales sumas astronómicas? Bueno, podrían haber financiado una colección de trajes a medida que cambiaran de color según el distrito electoral en el que se encontraran.

En el fondo, estas candidatas han demostrado que cuando se trata de financiar una campaña al Senado, no hay nada como abrir la billetera y dejar que los billetes vuelen, siempre y cuando, por supuesto, todo esté dentro de los límites legales y la transparencia financiera.

¡Que siga la fiesta democrática!

En el fascinante mundo de las campañas políticas, donde los números suelen alcanzar alturas estratosféricas, surge la figura de René Oyarvide Ibarra, un candidato que parece haber encontrado la fórmula secreta para mantener sus gastos en tierra firme.

Con un presupuesto que haría sonrojar a cualquier contable por su modestia, este candidato ha reportado al INE gastos que apenas superan los 60 mil pesos.

¡Eso es menos de lo que algunos gastan en café durante una campaña! Su inversión más significativa ha sido en propaganda utilitaria, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿serán acaso volantes que también funcionan como abanicos? ¿O tal vez bolígrafos que nunca se quedan sin tinta?

Lo cierto es que, con un promedio de mil trescientos siete pesos diarios, Oyarvide Ibarra podría estar dando lecciones de economía de campaña, demostrando que no se necesita una billetera abultada para hacerse escuchar.

Mientras otros candidatos despliegan carteles del tamaño de una casa, él podría estar optando por el clásico y efectivo «boca a boca», o quizás utilizando palomas mensajeras entrenadas para evitar el tráfico de la ciudad.

En un giro inesperado, este David financiero frente a los Goliat del gasto político, nos recuerda que a veces, menos es más y que, con creatividad y una gestión astuta, los pequeños gastos pueden llevar a grandes resultados.

¡Quién sabe!

Tal vez su próximo reporte incluya inversiones en semillas mágicas que crecen hasta convertirse en vallas publicitarias.

En el mundo de las campañas políticas, donde los números bailan y los presupuestos se estiran como chicle, Ruth González parece ser la reina del baile de máscaras financiero.

Con un gasto que supera 63 veces al de su rival más modesto, Oyarvide Ibarra, uno podría preguntarse si está planeando una campaña o una invasión a gran escala.

Mientras tanto, el resto de los candidatos parece estar jugando al juego del equilibrista financiero, manteniendo sus balances tan nivelados que uno podría confundirlos con contadores en lugar de políticos.

Pero no todos están contentos con solo llegar a cero; Teresa de Jesús Mendoza Rivera, Oyarvide Ibarra y Verónica Rodríguez han logrado lo que en el mundo de las finanzas se podría llamar un “hat-trick” de ahorro, acumulando saldos que harían sonreír a cualquier tesorero. Con cifras que van desde los modestos 80 mil pesos hasta los impresionantes 706 mil 975.3 pesos, estos candidatos están demostrando que en la política, a veces, menos es más.